sábado, 21 de noviembre de 2009

El Dominado Cristiano de Teodosio I

Luego de la muerte del emperador Constantino acaecida en el 337, le sucedieron en el poder sus hijos, y tiempo después, luego de varias pugnas entre los sucesores, quedaron al frente del Imperio los militares Valentiniano y Valente. Este último gobernó hasta el año 379, cuando al producirse el desborde del limes de la zona del Danubio por una invasión de visigodos, decidió enfrentarlos en la batalla de Adrianópolis, siendo vencido y muerto en el desarrollo de este combate, suceso que dejó al Imperio Romano mal parado y con gran debilidad.
Ante esta difícil situación, el emperador de Occidente, Graciano, sucesor de Valentiniano I, “(...) nombró a un general experimentado, (...) Teodosio, un español, a la categoría de Augusto, y le encargó la custodia del imperio oriental (...)”
[1]. De esta manera, ascendió al poder imperial Teodosio I, que fue coronado en la ciudad de Sirmium el 19 de enero de 379.
Teodosio trató de reorganizar el ejército luego de la dura derrota de Adrianópolis; mediante una serie de reformas en lo militar, organizó al ejército de Oriente en cinco cuerpos al mando de los jefes de la milicia (magister militum), lo cual generó más gastos por parte del Estado, según la opinión de Zósimo: “(...) además de aumentar las cargas por manutención que pesaba sobre el Estado (...) dio pie a que los soldados quedaran expuestos a la avidez de tan alto número de mandos. (...) elevó también el número de comandantes de caballería, (...) que quedó el doble de lo que había antes, mientras que a los soldados no les llegaba nada de lo que el Estado les asignaba.”[2]
De esta manera, el gobierno de Teodosio tuvo que enfrentar numerosas dificultades. En lo referente a la defensa del Imperio frente a los bárbaros que lo acechaban, utilizó diversas políticas según el pueblo y los intereses que estuvieran aparejados, principalmente contra los persas sasánidas y los godos. Con los primeros decidió firmar un acuerdo de paz, entregándoles la mayor parte de la provincia de Armenia; con los segundos, su relación fue más problemática, ya que al producirse una nueva invasión debido a la constante presión militar que los hunos ejercían sobre ellos, Teodosio decidió enfrentarlos, pero luego de un tiempo prefirió negociar, mediante dos maneras: la creación de una zona determinada para el establecimiento de los visigodos para que no tuvieran que seguir en busca de tierras para su supervivencia, en las cercanías del río Danubio; y el reclutamiento de hombres para reforzar el ejército romano. Esto llevó a la firma de un tratado o foedus en el año 382, el cual establecía a los visigodos en calidad de confederados del Imperio, reconociendo su soberanía y sus leyes particulares, con lo cual se dio una migración pacífica de germanos, que entraron a servir en los limes, en la servidumbre doméstica, como mano de obra rural y hasta ocuparon altos cargos en la administración gubernamental y en la corte. Así, “(...) el nuevo emperador se distinguió por su carácter (...) enérgico, sus méritos y (...) su prudencia (...) gracias a decisiones que manifestaban (...) severidad, generosidad y suavidad (...).”
[3]
Sin embargo, según la visión de Zósimo, el gobierno de Teodosio “(...) daba (...) una impresión de afabilidad a cuantos accedían a él, pero prologó con molicie y desidia su reinado, llevando el desorden a las magistraturas ya existentes (...).”[4] Y así, “tal fue el punto al que la desidia del Emperador (...) llevó todas las cosas (...) que dilapidaba al azar los caudales del Estado entre quienes no lo merecían, (...) con lo que puso en venta los gobiernos provinciales (...). Y podía verse cómo cambistas, usureros y otros que ejercían (...) los más viles oficios, brindaban las insignias de las magistraturas y entregaban las provincias a los que disponían de mayores recursos.”[5]
Además, Teodosio llevó a cabo otras medidas, como la fortificación de las plazas más importantes de Oriente y el cobro intensivo de impuestos, medidas ya implementadas por Valentiniano I y Valente I, lo que, según Zósimo, fue perjudicial para el Imperio: “Siendo ya tamaño el mal que para peor había caído (...), la milicia (...) fue menguando hasta verse reducida a la nada, y las ciudades estaban faltas de recursos, (...), los habitantes (...), extenuados por la (...) ruindad de los gobernadores, arrastraban una infortunada (...) vida entre (...) súplicas a la divinidad para que les deparase un medio de poner fin a sus desgracias.”
[6]
En el aspecto religioso, el Emperador Teodosio “(...) era un cristiano radical, (...) representante de la nueva aristocracia fervorosamente cristiana de las provincias occidentales”[7], y esto representó una notable diferencia con Constantino, quien toleró el cristianismo sin dejar de lado la religión pagana, en cambio, con Teodosio “(...) es (...) posible que ya desde su advenimiento estuviese resuelto a convertir la ortodoxia nicena en religión de Estado, dando así el último y decisivo paso en la construcción del Imperium Christianum”[8]. De esta forma, “Teodosio impulsó decididamente la unidad religiosa del imperio e hizo valer (...) la autoridad del emperador incluso en cuestiones relativas a la fe.”[9]
Para combatir a la herejía arriana, Teodosio tuvo en cuenta los decretos que Graciano había dictado, los cuales pusieron fin a la tolerancia religiosa y prohibieron a los arrianos realizar reuniones en sus iglesias y tener sacerdotes, debido a la propagación que tuvo de la mano de los visigodos convertidos. Así, Teodosio dictó en la ciudad de Tesalónica, en febrero de 381, un edicto religioso que reafirmó las disposiciones llevadas a cabo por Graciano, levantó totalmente la tolerancia y “(...) elevó la profesión de fe nicena (...) a única religión del imperio”[10].
Al año siguiente convocó a un segundo Concilio ecuménico en Constantinopla, el cual confirmó lo estipulado en el Concilio de Nicea sobre la consustancialidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, resolviéndose que todas las iglesias del Imperio fueran dirigidas por obispos católicos. De esta forma, Teodosio estableció una Religión de Estado obligatoria para todos, dejó de ser Pontifex Maximus y tomó para sí la atribución de fijar e imponer el dogma católico, lo que llevó al sometimiento paulatino de la Iglesia hacia el Estado, denominado "Cesaropapismo". Esto llevó a un conflicto entre el Emperador y la Iglesia, ya que la relación entre ambos estuvo marcada por los problemas religiosos existentes tanto en Oriente como en Occidente, y Teodosio debió ceder un poco en sus pretensiones frente al obispo de Milán, San Ambrosio.

El emperador Teodosio y San Ambrosio (1619-1620), de Anton van Dyck

Notas:
[1] Goetz, W. y otros: Historia Universal. T II. Espasa Calpe. Madrid, 1945.
[2] Zósimo: Nueva Historia. Gredos. Madrid. 1992. Pág. 362.
[3] Jordanes, Gética, 27-28, en Santos Yanguas, Narciso: Textos para la historia antigua de Roma. Ediciones Cátedra, Madrid, 1983. Págs. 162-163.
[4] Zósimo: Op. Cit. Pág. 362.
[5] Zósimo: Ibidem. Págs. 363-364.
[6] Zósimo: Ibidem. Pág. 364.
[7] García Moreno, Luis: El Bajo Imperio Romano. Editorial Síntesis, Madrid, 1998. Pág. 113.
[8] García Moreno, Luis: Ibidem, 1998. Pág. 113.
[9] Maier, F.: Las transformaciones del mundo mediterráneo. En Historia Universal S. XXI. S XXI. Madrid, 1972. Pág. 111.
[10] Maier, F.: Ibidem, 1972. Pág. 105.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La rebelión de Juan Santos Atahualpa (1742-1756)

De las variadas rebeliones que se suscitaron en el área Andina, correspondiente al Virreinato de Perú, a lo largo del siglo XVIII, una de las más importantes fue la llevada a cabo por Juan Santos Atahualpa. De este singular personaje se conoce muy poco, y hasta podría decirse que su figura tiene un tinte enigmático.
No se conoce exactamente la fecha de su nacimiento, aunque se estima que habría nacido aproximadamente en el 1710, y por otra parte, según lo expresa Ángel Barral Gómez, “(...) se ha especulado con el probable lugar de nacimiento de Juan Santos haciéndole originario de Cajamarca, Chachapoyas e incluso de la misma ciudad del Cuzco (...)”
[1] ya que existen indicios de que habría vivido una gran parte de su vida en la antigua capital incaica, donde se educó con los miembros de la Compañía de Jesús. Esta influencia jesuita en su formación es determinante, debido a que “(...) sus claros vínculos espirituales no dejarán de estar presentes en todas las acciones protagonizadas por este cabecilla, confiriendo unas claras connotaciones mesiánicas a su empresa.”[2] Además, el hecho de conocer las reglas y los hábitos practicados por los jesuitas ayudaron a formar su ideología y a asegurarle un sostén en cierta forma místico, ya que de esta manera, “el papel mesiánico de Juan Santos Atahuallpa es legitimado tanto por símbolos católicos como andinos.”[3]
Con el correr del tiempo, Juan Santos Atahualpa emprendió supuestos viajes a Angola y a la Península Ibérica, junto a los jesuitas, y tiempo después, apareció en las sierras centrales del Perú en 1742 dando a conocer una buena nueva para aquellos indígenas que estuvieran en contra del régimen colonial español: “Pronto se esparcieron las noticias por todos los rincones del lluvioso y siempre verde bosque tropical (...) y a la llamada de su voz desde todos los lugares a confluir con él en Quisopango, cohesionando con sus predicaciones a las tribus amazónicas frente a las que tomó el nombre del inca quiteño muerto en Cajamarca, Atau Haullpa (...).”[4]
El objeto de su prédica era el restablecimiento del viejo sistema político incaico, y según su programa, al decir de uno de los mayores estudiosos de la denominada “Era de Insurrección Andina (1742-1782)”
[5], Steve Stern, “(…) el nuevo orden liberaría a los indios de sus opresiones y traería prosperidad a los vasallos americanos del Inca. El cataclismo comenzaría en la selva, se extendería a la sierra y culminaría con la coronación del nuevo Inca Rey en la propia Lima.”[6] De esta manera, “(…) Juan Santos Atahuallpa es el líder en el que por primera vez se materializa la vieja idea del retorno del Inca. Frente al desorden reinante por la corrupción y los abusos de los corregidores, proclama la abolición del dominio español y la recuperación de su reino.”[7]
Para comprender con un mayor grado de alcance el impacto de la rebelión de Juan Santos Atahualpa, es necesario vislumbrar y tener en cuenta que este individuo ejercía un liderazgo fundamentado en el mesianismo andino, de una manera similar a como lo hará en su rebelión Túpac Amaru II. Este mesianismo, según Ossio, constituye “(...) un fenómeno impregnado de religiosidad que está latente en los Andes desde antes de la Conquista (...). Las expresiones de este fenómeno (...) son múltiples pero debajo de ellas una estructura andina sigue manteniendo su fuerza (...) sobre una forma mítica de ver el tiempo, el espacio, el orden social (...).”[8] De esta forma, Juan Santos Atahualpa utilizó el mesianismo para imbuir a su rebelión de un componente que él creía que sería fundamental para lograr extender el levantamiento hacia el interior del Virreinato del Perú, es decir, la antigua cosmovisión incaica como pilar principal de su liderazgo y el acatamiento de su nuevo poder, ya que, “(...) el líder, por cuanto tal, tiende siempre a la conservación de las estructuras y valores de integración respecto de su mismo liderazgo (...).”[9] Por esta razón, los estudiosos coinciden en presentar al levantamiento de Juan Santos Atahualpa como un fenómeno distinto al resto de las rebeliones del siglo XVIII.[10]
Para legitimar su actitud mesiánica con la cual fue reconocido descendiente de los antiguos Incas, según él lo sostenía, adoptó, según hemos visto, el nombre del inca Atahualpa con el objeto de restablecer el viejo sistema político incaico mediante la expulsión de todo elemento europeo del continente americano. Así, según la expresión de Ossio, “todos estos atributos que realzan su condición mesiánica son (...) reflejados en su nombre. (...) “Santos” viene de su vinculación con el Espíritu Santo, el de “Atahuallpa” y (…) “Juan”, por su identidad con el último Inca, el de “Apu” por ser “Poderoso” y, finalmente, el de “Guainacapac” [Huayna Cápac], por considerarse hijo de este Inca.”
[11] Además, la misma figura de Juan Santos Atahualpa fue determinante para la consolidación de su liderazgo, equiparándose a los héroes que forjaron el Tawantinsuyu: “Como muchos personajes de la mitología prehispánica, era un enviado divino cubierto con pobres atuendos. Entre sus poderes estaba el hacer temblar la tierra y como los héroes fundadores del imperio, venía de una casa de piedra y era uno de cuatro hermanos.”[12]
Sin embargo, esta rebelión nunca tuvo mucha incidencia en la región andina central, sino que se concentró, principalmente, en la zona selvática, refugio de las huestes de Juan Santos Atahualpa: “La selva central era una región de frontera: (...) ecológica, religiosa, étnica... Allí se encontraban sistemas económicos y culturales diferentes. (...) Era un espacio propicio para albergar a personas desarraigadas (...) que (...) venían de lugares muy diferentes como Huancavelica, Castrovirreyna, pero también de Huamanga, Huanta y más lejos, del Cusco y La Paz.”
[13]
Este líder trató de extender la rebelión hacia el área serrana mediante una serie de excursiones militares, pero no consiguió llevar a cabo su cometido, debido al rápido contraataque que organizaron las autoridades del Virreinato del Perú con medidas como la exención de la mita minera a las localidades de Jauja y Tarma, de importancia central en el control de la sierra, y el reemplazo de los corregidores de dichas localidades por militares que tomaron sus respectivas funciones en sus manos, entre otras. Estas medidas lograron evitar la propagación del levantamiento hacia las demás regiones del Virreinato, a pesar de los esfuerzos que propiciaba Juan Santos Atahualpa en la organización de ataques esporádicos, con frecuencia nocturnos, lo que dificultó en gran manera la posibilidad de ganar adeptos a su causa en las mismas sierras centrales. Por otra parte, según lo sostiene Flores Galindo, “(...) el nombre de Atahualpa no traía recuerdos necesariamente positivos. Juan Santos podía enrolar a personajes desarraigados, indios forasteros, mestizos vagabundos pero no a indios de comunidades, que constituían el grueso de la población de esa zona.”[14]
En este contexto particular, “(...) se va a abrir un paréntesis de unos cinco años (...) a lo largo de los cuales (...) Juan Santos Atau Huallpa será dueño y señor absoluto de la selva, hasta que al final de este período crea llegado su momento y pase abiertamente a la ofensiva en el año 1751 (...).”[15] Empero, esta situación confluyó en un paulatino desvanecimiento de la fuerza originaria de la insurrección, alternándose períodos de combates intensivos y sorpresivos con otros de prolongada inactividad por parte de los grupos enfrentados, hasta la supuesta muerte final de Juan Santos Atahualpa, aproximadamente en 1756, encerrado en su reducto selvático: “(...) para unos murió durante una fiesta envenenado por un cacique enemigo, para otros sería uno de sus hombres quien le heriría gravemente de una pedrada (...) desapareciendo así este capacitado guerrillero rodeado de una aureola misteriosa que hasta hoy envuelve su persona sin haber sido nunca capturado ni vencido por las tropas a las que tan enérgicamente supo oponerse.”[16] Este hecho terminó por acallar el levantamiento.

Ejecución de frailes franciscanos por los indígenas servidores de Juan Santos Atahualpa, el 17 de Septiempre de 1742, luego del episodio conocido como la batalla del río de la Sal (Perené). Mural del Convento de Ocopa.


Notas:
[1] Barral Gómez, Ángel: Rebeliones indígenas en la América Española. Madrid. Editorial MAPFRE, 1992. Pág. 195.
[2] Barral Gómez, Ángel: Ibidem., 1992. Pág. 195.
[3] Ossio, Juan M.: Los indios del Perú. Madrid. Editorial MAPFRE, 1992. Pág. 190.
[4] Barral Gómez, Ángel: Op. Cit., 1992. Pág. 195.
[5] Stern, Steve: Resistencia, rebelión y conciencia campesina en los Andes. Siglos XVIII al XX. Lima. Instituto de Estudios Peruanos, 1990. Pág. 51.
[6] Stern, Steve: Ibidem., 1990. Pág. 60-61.
[7] Ossio, Juan M.: Op. Cit., 1992. Pág. 189.
[8] Ossio, Juan M.: Ibidem., 1992. Pág. 181.
[9] Bobbio, Norberto; Matteucci, Incola y Pasquino, Gianfranco: Diccionario de política. México. Siglo XXI, 1983. Pág. 915.
[10] Acerca de la posición de los estudiosos sobre la rebelión de Juan Santos Atahualpa, véase las obras de Scarlett O’Phelan Godoy: Un siglo de rebeliones anticoloniales: Perú y Bolivia 1700-1783., 1988 [1985] y Steve Stern: Resistencia, rebelión y conciencia campesina en los Andes. Siglos XVIII al XX., 1990 [1987].
[11] Ossio, Juan M.: Op. Cit., 1992. Pág. 190.
[12] Flores Galindo, Alberto: Buscando un Inca: Identidad y utopía en los Andes. Lima. Horizonte, 1994. Pág. 88.
[13] Flores Galindo, Alberto: Ibidem., 1994. Págs. 86-87.
[14] Flores Galindo, Alberto: Ibidem., 1994. Pág. 92.
[15] Barral Gómez, Ángel: Op. Cit., 1992. Pág. 197.
[16] Barral Gómez, Ángel: Ibidem., 1992. Págs. 198-199.

Fuentes:
Apuntes de clase teórica de Historia de América I - Período Hispánico (Prof. Santiago Rex Bliss), 02/06/09.

lunes, 9 de noviembre de 2009

El ejército Asirio: instrumento de dominación


El ejército asirio, en muchas ocasiones, fue la llave de las principales conquistas del Imperio, llegando al punto de convertirse en la fuerza militar más poderosa y organizada del Cercano Oriente en la Antigüedad.
Estaba compuesto, básicamente, de infantería y caballería. En los relieves la infantería, principal fuerza del ejército, aparece dotada de cascos puntiagudos de metal o terminados en una alta cimera; corazas de cuero o simplemente largas túnicas; botas largas o sandalias; y armada con lanzas, espadas cortas, escudos, arcos, flechas, hondas; armas que variaban de acuerdo a si se trataba de infantería pesada o ligera, aunque únicamente la infantería pesada iba al combate protegida con una armadura. Los infantes ligeros, por su parte, cumplían la función de rechazar los ataques enemigos, despejando el camino para el paso de los ejércitos reales.
La caballería se dividía en dos ramas: por un lado estaban los carros de guerra, compuestos cada uno por cuatro hombres: un conductor, que dirigía el carro, un guerrero armado con lanza o arco y dos escuderos que lo protegían; este tipo de arma era el más empleado por los reyes y los nobles, ya que disponían de recursos para mantenerla. Y por otro lado, se encontraba la caballería montada, que fue inventada por los propios asirios; siendo uno de los elementos fundamentales a la hora de la batalla, ya que les permitió disponer de una mayor movilidad y una fuerza de ataque rápida y efectiva. Los jinetes estaban vestidos con cascos en punta o vinchas en la cabeza, cotas de malla, y armados con lanzas o arcos. Montaban sobre una pequeña alfombra en el lomo del caballo, y no utilizaban sillas ni estribos.
Para el asedio de las ciudades, los asirios contaron con máq
uinas de guerra, como el ariete, la catapulta, y la torre de asalto con ruedas, otro de sus inventos. Además, dispusieron de un cuerpo de ingenieros especiales, los cuales fabricaban las máquinas, y eran los encargados de construir galerías subterráneas debajo de las murallas para facilitar la entrada a las ciudades, y de arrasar y demoler las mismas una vez conquistadas.
Con respecto al sistema de dominación empleado para
mantener sujeta la voluntad de sus súbditos, mediante un análisis de los testimonios que dejaron los reyes en sus palacios, puede verse con claridad que los asirios aplicaron métodos usuales de dominación junto a prácticas desconocidas, o no tan utilizadas, que sembraron, no sin razón, el pánico y el terror a aquellos individuos o poblaciones lo bastante atrevidos como para animarse a enfrentar el yugo asirio. Uno de estos nuevos métodos de terror fue la deportación de la población rebelde hacia horizontes foráneos, implementado por Tiglat-pileser III. Esto constituía un proceso de aculturación, que terminaba por destruir, en muchos casos, la identidad cultural y el sentimiento de pertenencia a un país o grupo determinado de la población deportada, lo cual, unido al tributo que debía pagar al soberano y al hecho de tener que convivir por la fuerza con conjuntos heterogéneos y de diversas nacionalidades y costumbres; hizo aumentar en gran proporción las tasas de mortalidad, ya sea por asesinatos, suicidios, torturas, etc., con la importante consecuencia de no poder consumarse levantamientos en contra de esta opresión brutal. Sin embargo, la deportación significó para Asiria una buena oportunidad para tratar de mejorar sus estructuras edilicias, como así también las parcelas de cultivos y la incorporación de nuevas técnicas artesanales. Mientras más debilitaban a sus enemigos y tributarios, más se fortalecía Asiria como potencia imperial, aunque esto no siempre significó ventajas, según la opinión de Mario Liverani: “(…) el imperio parece más extenso y fuerte que nunca: todo está bajo control- o casi todo. ¿Quién podía imaginar que los nuevos problemas (…) acumulándose a los viejos (…) provocarían un derrumbamiento repentino y definitivo?”[1]

Sitio y destrucción total de la ciudad de Gazru por el ejército asirio dirigido por Tiglat-pileser III. Relieve encontrado en el palacio de Nimrud.


Notas:
[1] Liverani, M: El Antiguo Oriente. Historia, sociedad y economía. Crítica, Barcelona, 1995. Pág. 628.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

1ª Aniversario de La Historia y su Alcance

Hoy 4 de Noviembre de 2009 el blog La Historia y su Alcance cumple un año de existencia, quisiera agradecer en este sencillo posteo a todos aquellos navegantes virtuales que hayan explorado el blog en búsqueda de conocimiento histórico, y quiero aprovechar esta oportunidad para comunicar que todos aquellos que lo deseen pueden expresar sus opiniones y sugerir temas para el debate, a partir de este momento trataré de postear más seguido y realizar algunos cambios en el blog, mi deseo es que pueda servir para aquellos interesados en la indagación de los procesos sociales y su relación con la realidad y memoria históricas. Tal como lo explicita el historiador medievalista Jacques Le Goff: "La memoria intenta preservar el pasado sólo para que le sea útil al presente y a los tiempos venideros (...)".

La Novena Tesis de Filosofía de la Historia de Walter Benjamin: Angelus Novus

En este nuevo posteo, les presento la tesis novena de la Filosofía de la Historia que realizó el filósofo alemán judío Walter Benjamin en 1940, un tiempo anterior a su trágico suicidio en Portbou, en la frontera franco española, el 27 de Septiembre del mismo año. Este texto, Geschichtsphilosophische Thesen (Tesis sobre la filosofía de la Historia) se encuentra dentro de un conjunto de 18 tesis que tratan acerca de la concepción de la Filosofía de la Historia, publicándose póstumamente en 1959.
Por otra parte, la historia del cuadro de Paul Klee titulada Angelus Novus, que Benjamin utilizó para alegorizar su novena tesis, tiene aún hoy una gran significación. El cuadro fue pintado por el pintor expresionista en 1920, durante su pertenencia al grupo Der Blaue Reiter (El Jinete Azul) siendo además uno de los principales exponentes de la controvertida corriente pictórica. En 1921, el grupo realizó una exposición en la ciudad de Munich, la capital del arte alemán, y fue allí donde Walter Benjamin adquirió la pintura. Desde la visión artística, el “Angelus Novus” manifiesta la tensión entre lo universal y lo individual, la unión entre lo que pertenece al cosmos y aquello que forma parte de la tierra, la representación de todo lo que existe y de todo cuanto sucede en el alma de los seres humanos, y es desde esta perspectiva existencial desde donde Klee construye su universo artístico, su mundo pictórico, en el que fantasía y mitología parecen proporcionar vida a lo representado por el artista; todo lo cual cobra íntima relación con la filosofía de la historia de Benjamin.
En 1940, antes de partir a los Pirineos para intentar escapar de los nazis, Benjamin dejó la acuarela a resguardo de G. Bataille en la Biblioteca Nacional de París, hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue trasladada a los Estados Unidos por el filósofo Theodor Adorno, amigo de Benjamin y miembro de la Escuela de Frankfurt, quien a su regreso a dicho centro la trasladó consigo. En la actualidad la acuarela se encuentra en el Museo de Israel en Jerusalén, legada por la viuda de Gershom Scholem.

Tengo las alas prontas para alzarme,
Con gusto vuelvo atrás,
Porque de seguir siendo tiempo vivo,
Tendría poca suerte.

Gerhard Scholem: Gruss vom Angelus.

Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso.


Graham Budgett -The Angel of History/Der Engel der Geschichte - from Berlin bei Nacht, 1987 - Cibachrome on aluminium 100x75cm





Bibliografía/ Fuentes:
Benjamin, Walter: Discursos interrumpidos. Buenos Aires, Taurus, 1989 [1940]. T1. Pág. 183.
Apuntes de clase de Filosofía de la Historia (Dr. Ramón Eduardo Ruiz Pesce) 14/10/09.
http://www.paideiapoliteia.org.ar
http://mundofilosofia.portalmundos.com/mas-alla-de-la-pintura-paul-klee-y-walter-benjamin-unidos-por-el-angel-de-la-historia/
http://en.wikipedia.org/wiki/Angelus_Novus

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